Tras su visita a Francisco y los principales líderes europeos, el Presidente Alberto Fernández tiene una mirada del sistema internacional que ya estableció una distancia estratégica con Cristina Fernández de Kirchner. Con la perspectiva ideológica del mundo que exhibe y defiende la vicepresidente, parece que no llegan a un acuerdo.
El ex presidente de la República Argentina, Eduardo Duhalde, remarcó hace tiempo que “si Cristina Kirchner y Alberto Fernández se pelean, se acabó. Si no están de acuerdo en las decisiones, esto termina mal”. Claramente, realizó un análisis de lo que podía pasar entre dos personas con mucho poder, las que no pueden competir con las decisiones.
Cristina rechaza la mirada del mundo que tienen Benjamín Netanyahu y Donald Trump, algo que Alberto no. La vicepresidente considera que son dos referentes obligados del imperialismo occidental y jamás hubiera utilizado su influencia global para construir un sistema de alianzas que permita a la Argentina negociar con mayor fortaleza geopolítica la deuda externa que tiene en la actualidad.
Las diferencias que existen entre Alberto Fernández y la vicepresidente ya se dan en público y en privado, cosa que demuestra la grieta que comienza a crecer. La viuda de Néstor sabe el daño institucional que produce cuando propone una quita de la deuda de capital que Argentina tiene con el FMI y eso no le agrada demasiado.
Encima, si ese cuestionamiento político se lanza desde La Habana, un enemigo declarado de Washington desde que Nikita Kruschev decidió instalar misiles rusos a 90 millas de Miami, más es el enfado que puede aparecer en ella. Esta resiste el cambio de destino en favor de su hija Florencia, la que está siendo cuidada por Figueroa en dicha ciudad.
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Además, cada vez que Alberto Fernández dialoga con un líder extranjero, este enfrenta dos situaciones que se alimentan mutuamente de sus propiedades: si él es quien manda en el país o CFK, y si Argentina pagará la deuda externa o realmente no puede hacerlo. De esta manera, el Presidente queda muy alejado de la tranquilidad cuando la vicepresidente cuestiona sus ideas y sus discursos institucionales.